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Los asistentes al Concilio de Elvira, que presidió el obispo Félix de Acci (Guadix)

El Concilio de Elvira o de Iliberis (en latín: Concilium Eliberritanum) fue el primer concilio que se celebró en Hispania Bætica por la iglesia cristiana en el primer tercio del s. IV. Tuvo lugar en la ciudad de Ilíberis, la actual ciudad de Granada. Su fecha es incierta, entre el 300 y el 324. En el primer caso sería anterior a la persecución de Diocleciano y en el segundo, posterior al Edicto de Milán de Constantino. Algunos autores apuntan que fue entre el 300 al 303, antes de la persecución de Diocleciano; para otros se llevó a cabo antes del concilio de Arlés y entre el concilio de Nicea 303, 314 o 325.

Allí los obispos y presbíteros, en su mayoría de la Hispania Baetica y Carthaginensis, se reunieron a instancia de Osio de Córdoba, pero bajo la presidencia del obispo Félix de Acci (actualmente Guadix), probablemente por ser el obispo más antiguo presente, con sus puntos de vista para restaurar el orden y disciplina dentro de la Iglesia Católica, a consecuencia de este concilio salieron otros cánones que serían asociados con el concilio de Elvira.

En sus 81 cánones, todos disciplinares, se encuentra la ley eclesiástica más antigua concerniente al celibato del clero, la institución de las vírgenes consagradas, referencias al uso de imágenes, a las relaciones con paganos, judíos y herejes, y muchas otras, relativas a temas como matrimonio, bautismo, ayuno, excomunión, enterramiento, usura, vigilias, o cumplimiento de la obligación de asistir a misa. El objetivo era separar claramente al pueblo cristiano del gentil y evitar nuevas apostasías, caídas escandalosas y simuladas conversiones, con el fin de fortificarse ante el peligro de nuevas persecuciones.

Al concilio asistieron 19 obispos: Félix, Episcopus Accitanus (de Guadix); Sabino, Episcopus Spalensis (de Sevilla); Sinagio, Episcopus Evagrensis (de Cabra); Pardo, Episcopus Mentesanus (de la Guardia, Jaén); Cantonio, Episcopus Urcitamis (de Almería); Valero, Episcopus Caesaraugustanus (de Zaragoza); Melando, Episcopus Tolelanus (de Toledo); Vicencio, Episcopus Ossoboncnsis (de Ossónoba, Portugal); Suceso, Episcopus Eliocotrensis (de Lorca); Patricio, Episcopus Malacitanos (de Málaga); Osio, Episcopus Cordubensis (de Córdoba); Camerino, Episcopus Tuccitanus (de Martos); Secundino, Episcopus Castulonensis (de Cazlona, Jaén); Flavio, Episcopus Eliberitanus (de Granada); Liberio, Episcopus Emeritanus (de Mérida); Decencio, Episcopus Legionensis (de León); Januario, Episcopus Salariensis (de Úbeda); Quinciano, Episcopus Eborensis (de Évora, Portugal); Eutiquiano, Episcopus Bastitanus (de Baza).

También asistieron los siguientes presbíteros: Restituto, de Montero; Natal, de Osuna; Mauro, de Illiturgi; Lamponiano, de Cazalla; Barbuto, de Écija; Felicísimo, de Teba; León, de Ronda la Vieja; Liberal, de Lorca; Januario, de Alhaurín ; Januario, de Aguilar; Victorino, de Cabra; Tito, de Noalejo; Eucario, de Illiberis; Silvano, de Salobreña; Víctor, de Montemayor; Januario, de Urci; León, de Martos; Terrino, de Cazlona; Ligurio, de Rute; Emérito, de Vera; Eumancio, de Feria; Clemenciano, de Maquiz; Eutiquio, de Cartagena; y Juliano de Córdoba.

Imagen: catedraldegranada.com
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Informe sobre el terremoto del 1 de noviembre de 1755 en Guadix.

En cumplimiento del Orden de S. M., que V. S. I. se sirve comunicarme en carta de 8 del corriente, sobre los daños y efectos que ha causado el temblor de tierra que se experimentó el día 1º del mismo, diré que para que las Justicias de los pueblos de la comprehensión de este Corregimiento pasen a mis manos las noticias conducentes a este fin, sin omisión alguna (para que yo lo ejecute a las de V. S. I.) tengo despachado las correspondientes veredas, para su puntual observancia.

Y deseando cumplir con la mayor satisfacción por lo respectivo a esta capital, tanto por lo que me he informado de personas de buena integridad, como por lo que por mí propio observé en el expresado temblor de tierra, se notó lo siguiente:

* Día de la festividad de todos Santos, sábado 1º de este mes, siendo la hora de las diez de la mañana, se oyó un estruendo de bastante consideración, sin observación de si la causa procedía de lo interior, o exterior de la tierra y, al mismo tiempo, se empezó a advertir el movimiento de templos, torres, casas y fuentes.

* Su duración fue de ocho a nueve minutos, siendo la mitad de ellos, de mucho exceso, que fue bastante a hacer que los pilares de las fuentes arrojasen sus aguas a bastante distancia, y lo mismo las pilas de agua bendita de las Iglesias, cuyas lámparas permanecían en continuo movimiento el tiempo de media hora.

* No sucedió ruina, ni desgracia de muerte, ni herida alguna, sólo sí que muchas paredes de casas y edificios quedaron con rajas sutiles, partidos los ladrillos. Y en la torre de la Catedral de esta ciudad, por los tres costados que miran al Poniente, Norte y Levante, se han notado en el primer cuerpo de piedra sillería, diferentes sillares abiertos por cada uno de los tres costados, y en el cuerpo tercero, que es el de las campanas, sus arcos demolidos las juntas de las mezclas. Y en lo interior de la Iglesia catedral, también se han reconocido algunas rajas delgadas y sillares hendidos.

* Sin que antes del citado temblor, se hubiese experimentado señal alguna. Y las que hay, son de consideración.

Siendo la hora de las once, se experimentó en esta ciudad otro temblor de tierra, en ocasión que se hallaba su Ayuntamiento en la Santa Iglesia Catedral, en las honras que anualmente se celebran a los Señores Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel (de gloriosa memoria) que motivó a que ambos Cabildos, y concurso, de estas exequias, desamparasen el templo, con tanto estrépito, y sin reflexión, que del alboroto resultó la desgracia de haberse quebrado una pierna por la rodilla un religioso conventual en el de Santo Domingo de esta ciudad, y otras muchas personas atropelladas, sin lesión de consideración, creyéndose que sus efectos permanecieron como tres minutos.

Como el que, igualmente, se han observado en el intermedio de uno y otro temblor de tierra, algunos que no han admitido consideración.

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La Magna Splendore al detalle (I): La lauda funeraria de don Tomás Porro y Gallo.

Prebendado ilustre de esta catedral, don Tomás Porro y Gallo fue secretario de cámara de del Obispo Juan de Montalbán (Dominico que tomó hábito en el convento de San Esteban de Salamanca). Fue un generosísimo donante de su fortuna para la continuación de las obras de la catedral en la primera mitad del siglo XVIII y la construcción de la nueva iglesia de El Sagrario.

Don Tomás Porro y Gallo murió a finales de 1749 y sus restos mortales descansan en la capilla de Santo Tomás de Villanueva, actualmente dedicada a Santa Teresa de Ávila. La lápida funeraria de mármol blanco rectangular está en el paramento de la epístola de la capilla. Luce una inscripción en latín con letras capitales, incisas y pintadas en negro. Debajo, entre dos calaveras sobre tibias en aspa se halla la heráldica de D. Tomás Porro y Gallo, todo ello pintado en negro. En el escudo, sobre el campo, tres barras traversadas cargadas de tres bellotas surmontadas de un águila. Timbrado con corona de duque de ocho florones.

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Fernando de Contreras, el sacerdote que no quiso ser obispo de Guadix.

Fernando de Contreras, obispo electo de Guadix propuesto por Carlos V, renunció al cargo para estar con los más desfavorecidos. Nació en Cazalla de la Sierra, 1470 y murió en Sevilla, 1548. Fue un sacerdote español declarado venerable por la Iglesia católica.

Ordenado sacerdote a los dieciocho años, asistió al coro de la catedral de Sevilla hasta 1511 en que, nombrado por el cardenal Cisneros capellán del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares, pasó a estudiar teología y filosofía en su universidad. Dejando Alcalá, en 1516 pasó a Torrijos, en la provincia de Toledo, llamado por Teresa Enríquez, la loca del Sacramento, donde fomentó el culto a la Eucaristía y fundó un colegio en el que enseñaba gramática y canto. Volvió a Sevilla en 1526 y allí continuó dedicándose a la instrucción de niños pobres y sin recursos, alojó en su casa a Juan de Ávila, a quien había tenido ocasión de conocer en Alcalá, cuando el santo llegó a Sevilla en 1527 para pasar a América y lo convenció para que no emprendiese el viaje y permaneciese predicando en Andalucía, y a partir de 1532 en que hizo su primer viaje a Argel se entregó a la redención de cautivos, ofreciéndose él mismo como rehén en una ocasión. En 1546 rechazó el obispado de Guadix para el que fue propuesto por el emperador Carlos V.

Falleció en el hospital de Santa Marta de Sevilla, donde pasó sus últimos días, y su entierro constituyó una demostración pública de la popularidad de que había gozado en vida, llevado su féretro a hombros a la catedral, donde fue enterrado y de cuyas paredes cuelgan varias pinturas dedicadas al siervo de Dios, entre ellas su retrato pintado en 1541 por Luis de Vargas, base para los ulteriores grabados, y un lienzo que lo muestra acompañado de niños cautivos, que Ceán Bermúdez dice pintado en Roma por Francisco Preciado de la Vega.

Guatemala

La catedral de Guadix en Guatemala.

Uno de los templos más hermosos del Centro histórico de la ciudad de Guatemala, de estilo barroco a lo clásico. Con su fachada con partes cóncavas, con columnas de 3 haces, y rica decoración en estuco de un rococo mesurado y elegante…. Incluso tiene rocallas. Esta inspirado en la fachada del Gran templo de Guadix. Su frontis continúa la tradición del barroco sísmico, ancho y «bajo» entre los muchos elementos sobresalientes destaca también su cúpula octogonal barroca cubierta con azulejos de mayólica en tonos verdes y amarillos, de 5 naves  y curiosamente a la par del presbiterio tiene unas «alas curvas y  sus pilastras. De la nave central de perfil mixtilíneo con hornacinas, otro elemento barroco.

Fue la primera iglesia de proporciones monumentales concluida en el traslado de la nueva capital del Reino y se dedico en noviembre de 1808, obra del español Pedro Garci  Aguirre, importante constructor que dejó su impronta en la arquitectura novo Guatemalensis, nueva Guatemala, sus restos descansan en el presbiterio, posee un rico acervo de imaginaria barroca, pinturas del Apostolado del taller de Zurbaran y gran cantidad de obras de arte trasladadas de Santiago de los Caballeros! También se encuentra en su seno la imagen de la Virgen del Rosario, de gran devoción en la grey católica guatemalteca. Un relicario de devoción y arte.

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La catedral de Guadix celebra la Inmaculada Concepción.

El pasado 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, recordamos a Fray Juan de Arauz, fraile franciscano e ilustrísimo obispo de Guadix entre 1625 y 1635.

Él hizo el voto de sangre por sí y sus sucesores para defender, in eternum, la Inmaculada Concepción de María en la Iglesia de Guadix. Él, le dio a nuestra Catedral el título apostólica en recuerdo de haber sido fundada por un protoapóstol, nuestro glorioso patrón san Torcuato. Fray Juan, amigo de Teresa de Ávila y predicador de Felipe III, en quien influyó para que enviara embajadas a Roma para pedir la definición del dogma de la Inmaculada. 

EN la parte superior de la puerta principal de la facha da de la encarnación tenemos un cuadro de la Inmaculada, que incluye un retrato del obispo Fr. Juan de Arauz, son testigos del juramento, por este motivo, se colocó encima de la puerta principal de tal modo que pueda ser visto por todos los obispos desde el presbiterio de la Catedral.

El pasado jueves 7, como es tradición en esta iglesia, se celebró la Vigilia de la Inmaculada. A las 7 de la tarde, en la Catedral de Guadix, y estuvo presidida por el obispo, D. Francisco Jesús Orozco. Después de la vigilia, como es costumbre, aconteció la ”Serenata a la Sola”, que está situada en la fachada de Santiago.

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El icono de Santa María Salus Populi Romani de la capilla de Nuestra Señora de Fátima

En nuestra Catedral tenemos una réplica icono de Santa María Salus Populi Romani, que se venera en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma. Este icono, según la tradición, fue pintado por san Lucas en un trozo de madera de la mesa donde el Señor celebró la Última Cena. Es una imagen muy popular y muy venerada, a la que todos los Papas han acudido en tiempos difíciles para la religión y para la humanidad; ya en el año 593 el Papa san Gregorio Magno la procesionó por las calles de Roma hasta la Basilica de san Pedro para pedir el fin de la epidemia de la peste que asolaba la Ciudad, cosa que sucedió. El Papa Francisco es devotísimo de Santa María Salus Populi Romani y antes de emprender un viaje apostólico, va a postrarse ante la imagen de la Virgen, hecho que repite a su regreso. 

La  Sagrada Imagen Es la patrona de Roma y, sin duda, la advocación más querida de la ciudad, ya que la Iglesia Romana se ha sentido especialmente protegida y amparada en esta advocación, no sólo en las distintas epidemias, sino también en guerras, asedios, campañas militares…, San Pio V le encomendó la Victoria de la batalla de Lepanto en 1573. A lo largo de los mil quinientos años que hace que llegó el santo icono a la Ciudad Eterna, según la tradición, llevado por Santa Elena, Ella ha sido la protectora de Roma. 

El que esta sagrada imagen estuviera en el Vaticano, en el pórtico de la Basílica de San Pedro, era una excepcionalidad, porque no se tiene memoria de la última vez que el sagrado icono salió de la Basílica de Santa María. Un hecho excepcional para un momento excepcional. 

Pocas personas saben que en  nuestra Santa y Apostólica Iglesia Catedral de  Guadix hay una copia histórica (del siglo XVIII), de esta imagen de la Virgen, en la capilla de Nuestra Señora de Fátima. Este cuadro es un regalo de nuestro obispo, el Excmo. y Rvdmo. don Francisco Jesús Orozco Mengíbar, que lo donó como testimonio de gratitud después de su consagración episcopal. Es un lienzo de impecable factura, que representa de modo fiel la imagen del  original: La Virgen sostiene en su regazo al niño, con una particularidad que la singulariza dentro del estilo de estos iconos, y a la vez  humaniza la imagen, la madre sostiene al divino niño en su regazo y cruza los brazos por delante de Él. Ese cruzar los brazos es un hecho cotidiano de cualquier madre que sostiene a su hijo mientras está sentada. A esta tipología se la conoce como  «hodi gitria», es decir, la que muestra el camino.

¿Por qué está imagen de la Virgen Salus Populi Romani en nuestra Catedral? La razón es sencilla, y también desconocida por la inmensa mayoría de los accitanos: nuestra Catedral está unida desde el 6 de Julio de 1862, por concesión del papa Pío IX, a la Patriarcal Basílica de Santa María la Mayor, con las mismas prerrogativas espirituales, indulgencias y gracias que la Basilica Papal posee en favor del pueblo y el Cabildo, y con la intención de que se recuperara la importancia que tiene este hecho. En la Catedral de Guadix se puede lucrar la indulgencia plenaria por todos los fieles que la visiten en las solemnidades de la Virgen, siempre que en grupo se peregrine a la Catedral con esta intención, el día 5 de agosto fiesta de la Basilica de Santa María la Mayor, y una vez al año para cada fiel el día que éste elija, para sí o sus fieles difuntos. 

Esta unidad espiritual fue posible por el empeño del obispo accitano don Antonio Rafael Domínguez y Valdecañas. Este prelado asistió al concilio Vaticano I, convocado por el mismo Papa Pio IX, al que elevó súplicas y ruegos para que la Iglesia Madre de la Diócesis gozara de este privilegio singular, que sólo se concede a grandes templos marianos por historia y calidad artística. 

El fascistol del coro catedralicio, destruido en la Guerra Civil, se remataba con esta imagen de Santa María Salus Populi Romani, seguramente regalo del obispo Valdecañas.

Sería un hermoso gesto de comunión con el Santo Padre Francisco que con nuestro corazón y nuestra mente, dirijamos nuestra oración a esta imagen de nuestra Catedral, para que todos juntos, por medio de María, salvación de los pueblos, pedir a la Santísima Trinidad que detenga esta pandemia que aflige a nuestra Patria y a tantas naciones de la tierra.

Libro Jose Rivera

BREVES NOTAS SOBRE LOS OBISPOS DE LA DIÓCESIS DE GUADIX, DESDE SU RESTAURACIÓN HASTA NUESTROS DÍAS (1495-2018)

Una vez más, José Rivera, nos da a conocer algunos aspectos sobre los obispos que han pasado por catedral accitana. José Rivera, es investigador del Archivo Histórico Diocesano en el que colabora asiduamente desde hace ya  casi veinte años, además de ser miembro numerario del Centro de Estudios Pedro Suárez.

Existen aspectos históricos sobre los obispos que han pasado por esta diócesis que son poco conocidos y José Rivera, nos los desvela en ésta publicación digital y totalmente gratuita. Este trabajo nos ayudará a comprender mejor la trayectoria de la diócesis a través de sus prelados a lo largo de la historia.

Esperamos que sea de vuestro interés y que lo disfrutéis tanto como nosotros. Podéis descargar el libro en formato PDF en el siguiente enlace:

https://catedraldeguadix.es/wp-content/uploads/OBISPOS-DIOCESIS.pdf

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La Santa Espina de la Santa Apostólica y Real Catedral de Guadix

Hacía una semana que Felipe III había fallecido en Madrid, pero la noticia de la muerte del rey aún no había llegado a Guadix. Así el cabildo de la Santa Apostólica y Real Iglesia Catedral de Guadix organizaba una procesión por la salud del monarca, llevando la reliquia de la Santa Espina hasta el convento de San Agustín. Eran los primeros días de abril de 1621.

Vista del interior (izquierda) y de la fachada principal de la iglesia de San Agustín.

La Santa Apostólica y Real Catedral de Guadix tiene una reliquia de una Sagrada Espina de la corona del Nazareno que fue donada el 4 de Abril de 1609 por el que era obispo de la diócesis D. Juan Orozco y Covarrubias (1606-1610). El documento de donación fue redactado ante el Dr. D. Francisco Murga, secretario del Cabildo, siendo testigos el Dr. D. Diego de Santa Cruz y Saavedra, chantre, el Ldo. Diego de Covarrubias y el Bachiller Baltasar Cobos, racionero.

En este documento el obispo cuenta cómo llegó a poseer esta reliquia y además daba datos fidedignos para afirmar que sin ningún género de dudas era “de la corona con que Nuestro. Señor Jesucristo fue coronado en su pasión”. El obispo trajo las reliquias de un convento de monjas, situado en Italia.  Juan de Orozco y Covarrubias halló la espina y otro día sin que lo viese otra persona más que la abadesa del convento la tomó para sí y la guardó y esta espina la ha traído el obispo siempre consigo por mar y por tierra donde se ha visto en grandes peligros y de todos piadosamente cree que lo ha librado Dios por la santa reliquia y esta es la que entrega y dona. La reliquia está guarnecida en un cristal cuadrado con cuatro pilares y el asiento de plata sobredorada para que sea venerada, poniéndose en su capilla (se refiere a una capilla de la catedral en la que él deseaba ser enterrado).

Santa Espina donada por el obispo don Juan de Orozco y Covarrubias

E l obispo Juan de Orozco y Covarrubias, quien construyo el palacio episcopal, donó a la Santa Apostólica y Real Iglesia Catedral otras muchas reliquias cuyos documentos de autenticidad se conservan en su Archivo. Durante la Guerra Civil (1936-1939) fueron profanadas, sin embargo, la reliquia de la Sagrada Espina fue encontrada al finalizar la guerra en los sótanos del Palacio Episcopal por D. Antonio Marruecos, capellán del obispo D. Rafael Álvarez Lara. Estaba fuera de su relicario, pero en lugar que se pudo apreciar y ver bien, siendo reconocida por el deán D. Juan López, el maestrescuela D. José Mínguez Jiménez y el canónigo D. Gabriel Martínez Labella (estos tres miembros del Cabildo la reconocieron, porque antes de la guerra también formaban parte del mismo y conocían esta reliquia). Actualmente se conserva en un relicario donado por el obispo D. Rafael Álvarez Lara.

 

Relicario y reliquia de la Santa Espina de la corona de Jesucristo

 

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300 años del inicio del pontificado de don Felipe de los Tueros

 

Este año se cumplen 300 años del inicio del pontificado de don Felipe de los Tueros y Huerta, Valle de Trucios (Vizcaya), 16 de marzo de 1675 – Granada, 12 de septiembre de 1751. Doctor en Filosofía y en Leyes, abogado, auditor de la Nunciatura, obispo de Guadix y arzobispo de Granada.

De noble familia, los Tueros, hijo de don Francisco de los Tueros y de doña Antonia de Ocharán. Estudió con brillantez en la Universidad de Salamanca y en la de Valladolid, doctorándose en Filosofía y en Jurisprudencia civil y recibiendo el título de abogado. Fue cura del Salvador, en Madrid, y auditor bastantes años de la Nunciatura Apostólica en Madrid. Vacante el obispado de Guadix fue presentado para el mismo, por el rey Felipe V, el 3 de febrero de 1721, cuando tenía 45 años. Aparte de sus méritos propios, es claro que llegó al episcopado por sus relaciones e influencia de la Nunciatura, como lo prueba el hecho, algo excepcional, de que fuera el propio nuncio apostólico quien lo consagrara obispo. Recibidas las bulas extendidas por el santo padre Clemente XI, fue consagrado en Madrid, el domingo 4 de mayo de 1721, en la iglesia de San Salvador, de manos del nuncio apostólico Alejandro Aldobrandini, que era arzobispo titular de Rodas, asistido por el obispo de Ciudad Rodrigo don Gregorio Téllez, franciscano, y por don Dionisio Mellado Eguiluz, obispo titular de Lares y auxiliar de Toledo.

Había tomado posesión por poderes el 12 de abril de 1721. Rigió la diócesis accitana hasta principios del año 1734, sin ningún problema con sus diocesanos; por el contrario, parece que fue muy respetado y admirado. En su episcopado se completó la Catedral de Guadix, por medio del arquitecto Gaspar Cayón, uniéndose “la obra vieja” con “la obra nueva”, es decir, la estructura gótica con la renacentista barroca.

Presentado por el mismo rey Felipe V, el 20 de enero de 1734 fue nombrado por el papa Clemente XII para el arzobispado de Granada, dándole el palio arzobispal el mismo día. Tomó posesión de la archidiócesis el 18 de marzo siguiente e hizo su entrada solemne en fecha no concretada, pero antes del 27 del mismo mes.

En 1740 recogió en el Hospital de San Juan de Dios más de trescientos mendigos, muchos enfermos “por haber comido yerbas”, momento en el que llegó a estallar un motín por el alto precio del trigo. Al hambre de 1751 se unió una epidemia, causante de muchas muertes incluida la del mismo arzobispo que falleció en septiembre.

Escudo arzobispal de don Felipe de los Tueros